(o "como hacer cosas con palabras")
I.
Primero es necesario apuntar el terreno en el que me meto.
Según el DMR (Diccionario del Mundo Real), la palabra "política" es una mala palabra. Significa engaño, treta. Significa tener otros intereses, actuar a escondidas, negociar, buscar el poder. Si querés hacer amigos, o bien ser electo Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, lo último que vas a hacer es usar la palabra política en tu campaña. Vas a decir "propuesta republicana". O bien "contrato moral". O "Buenos Aires también en serio" o, por fin, "Actitud Buenos Aires". Si querés hacer amigos, vale más hablar del Pity, porque el chabón es de verdad. No como los políticos.
Incluso, para dejar más en claro este punto, podemos ahondar en el ejemplo peladil. ¿Cómo es que un tipo al que nadie conocía hasta la destitución de Ibarra, de repente tiene la popularidad para pelear -y, creo yo, ganar- la Jefatura? Creo que la respuesta está contenida en la pregunta: a Telerman no lo conocía nadie. Nadie lo recuerda en campaña. Nadie lo recuerda haciendo promesas. Nadie lo recuerda hablando mal de otros, y nadie recuerda a otros hablando mal de él. Telerman llegó a Jefe de Gobierno "limpio". Es verdaderamente admirable la campaña que viene haciendo desde la destitución de Ibarra. Mientras Macri y Filmus se queman vivos en los diarios eligiendo vices, haciendo declaraciones típicas (típicas de la política, en el sentido del DMR) Telerman se da el lujo de decir que "aun es prematuro" elegir un vice. Lo que hace es evitar, notablemente, los actos que lo introducirían dentro de ese conjunto imaginario que son los políticos. Sin embargo hace campaña, ¡y como! A + BA es Telerman puro. El peladín está haciendo campaña hace años, y se las arregló para darse el lujo de criticar a los competidores que comenzaron con la campaña ahora.
Me extendí demasiado sobre esto. Me interesaba nada más que remarcar la connotación que la política -que la palabrita- tiene. Dejemos a Telerman en paz, por ahora.
El mundillo de las Letras no es ajeno a esta repulsión. Es una postura muy común. "No me interesa la política, me interesa la literatura". Para otros, todo lo que importa es la política y el resto es paja burguesa. La mayor parte -me gusta creer- está en el medio.
¿Cuál postura es la correcta? Me imagino que vos ya tenés una. Me imagino también que no estás muy dispuesto a negociarla. No importa lo bien que yo pudiera argumentar aca.
Así que ya está señalado el terreno en el que me meto.
II
Pero es todavía mucho más complicado. Tanto que no voy a hacer ni el amague de abarcar el problema completo. Simplemente no se puede buscar una solución ya que ni siquiera existe una definición nítida, común a todos los hablantes y convenida, del concepto de "política". Es connotación pura. Se puede usar como sustantivo, adjetivo, y si me apuran, como adverbio.
Así que no voy a ser necio. Para empezar, no hay que caer en el problema de definir la política. Habría que leer bibliotecas enteras y, de todos modos, aun y si leyéramos todo, no veo como podrían llegar a conciliarse, por ejemplo, una definición de Foucault con una de Marx.
Así que, en vez de buscar la definición correcta, prefiero jugar a armar una.
Usualmente se dice que Fulano obtuvo los votos de la gente porque representaba sus intereses. O bien porque la gente se siente identificada con él o ella. No nos convence.
No nos convence la explicación de que millones de personas piensen que tal o cual sujeto Represente sus intereses. Para empezar, nadie (nunca) lee la propuesta completa de los candidatos. Si es que existe tal cosa. Los diarios y la tele -el lugar desde donde se convence al público de que los vote- nunca hablan de los intereses concretos y puntualizados que serán defendidos por el candidato si gana.
Y respecto de la identificación... ¿Qué incluye ésta identificación? ¿Qué comprende? Evidentemente nadie nunca se comería el bolazo de que Macri es un tipo como vos, con el que cualquier día te sentás a tomar mate.
Si pensás que el edificio de Puan es un hervidero donde reina la agitación, te vas a desilusionar bastante. Los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras suelen poner cara de fastidio cuando alguien del centro de estudiantes entra y detiene una clase para comentar algo. Al menos el espíritu combativo del alumnado de Letras está bastante desmotivado (por no decir muerto, inánime, inerte o pudriéndose en un cajón 15 metros bajo tierra).
III.
Supongamos que vos creás un blog. Supongamos que la idea es llegar a un público adolescente, indeciso de cuál carrera seguir. Supongamos que, junto con vos, hay un grupo de colegas, o compañeros, o amigos. Supongamos que compartís una serie de criterios con estos colegas. No todos, ni los mismos con cada uno.
De lo que se trata, es de generar una identidad imaginaria.
Es posible que, estrictamente hablando, toda identidad sea imaginaria. Vos te llamás Javier Gómez, te gusta Bersuit Bergarabat y la Peti Marcela te tira onda pero no te animás. Sin embargo, el año pasado, no conocías a la Bersuit y la Peti se lo comía a Pancho. ¿Dirías que ese Javier es otro? ¿Que es otra persona?. A lo mejor el año que viene ya nadie te dice Javier, sino Turco. O Renguito. ¿No vas a seguir siendo la misma persona?.
Estrictamente, no. Pero imaginariamente, creas una identidad que se mantiene mas o menos inalterable. Ese que escuchaba Fito Páez (no te preocupes, no le vamos a decir a nadie) también eras vos. Imaginariamente, el que se encame con la hermana menor de la Peti, que será más feúcha pero es re gauchita, también vas a ser vos. El mismo vos. Pero esa identidad, es imaginaria. Existe solo en tu mente, en tu imaginación.
Tu blog crece. Hay algunos alumnos de Letras, ya cursando, que eligieron la carrera sacándose las dudas de encima gracias a las charlas que tuvo con tus amigos, con tus colegas. Con tu grupo. Algún profesor de la carrera accedió generosamente a aportar una nota. Un escritor, incluso, se divirtió polemizando sobre algo que escribiste. Incluso hay una parejita en primer año que se conoció estando en el CBC gracias a tu blog.
Algo te une a toda esa gente. No los representás. No representás sus intereses. No se identifican con vos.
Se identifican con la identidad imaginaria. Y eso es política.
Comparten una serie de criterios, no todos, ni los mismos con cada uno. Eso es política.
Tienen diferentes ideas sobre lo que es la Literatura. Más todavía: sobre lo que debe ser. Eso es política.
Piensan que Borges es mejor que Cortazar. Que Cortázar les gusta más que Borges. Eso es política porque, más allá del desacuerdo puntualizado, hay un acuerdo sobre el tema a polemizar. Y hay una identidad imaginaria en común.
¿Qué resultados pueden derivar de estas lecturas políticas que tienen en común?
En eso no voy a profundizar porque -ojalá...- la idea es que la Comandante en Jefe, Ailin, organice esa serie de discusiones. Pero, a mi modo de ver, desde un círculo de poesía hasta un partido político (de nivel universitario o bien comunal, o civil), pasando por reuniones de sexo grupal, una revista literaria o un conjunto de cumbia villera-pop, las posibilidades son infinitas.
De lo que se trata, repito, es de crear una identidad imaginaria que permita generar una identificación.
Eso es la política, desde mi punto de vista. Y así como no tenemos por qué dejar que los marxistas se queden con la palabra Revolución como si Marx la hubiese inventado y definido para siempre, tampoco deberíamos regalarles la palabra Política a los diarios y a la tele.
La política no se reduce a la sección "política" del Clarín. La política abarca la sección "Deportes", "Interés General", y ciertamente las secciones "policiales" y "ciencia" son muy, muy políticas.
La política abarca, incluso, a aquellos que deliberadamente tratan de salirse de esa problemática. Un ejemplo siempre usado en la Literatura Argentina es el grupo de los poetas de Florida -Borges y Girondo, las divas-
Ellos pueden haber dicho en todos los manifiestos que quisieran, que la política no les interesaba. No por eso dejaban de hacer política. La revista SUR también era política. Porque la selección del canon -lo que es "bueno" y lo que es "malo"- de la literatura, también es política.
A la hora de hacer amigos, de comerse a la Peti, o de ser elegido para Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, te recomiendo que no uses la palabra política.
A la hora de hacer un análisis (literario o de los otros, si es que hay "otros"), es inevitable.
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